PUNTO DE FUGA. Libros y amistad, por Charo Guarino.

 


Tal como acostumbraban los antiguos romanos por estas fechas, en que cada año celebraban las Saturnalia, mi amigo Iosu y yo nos hemos intercambiado regalos estos días en que ha visitado por primera vez Murcia, desde su Navarra natal, invitado a participar en el último ciclo que organizo desde el Vicerrectorado de Responsabilidad Social y Cultura de la Universidad de Murcia, 'Femenino Plural'. Es el único hombre que lo hace, entre una decena de féminas, si exceptuamos el puñado que también unieron su voz a las de las poetas que el día 25 de noviembre denunciaron la violencia que contra la mujer se comete cada día de muy diversas formas en distintos lugares del planeta.



A todos los presentes —en su mayor parte mujeres— nos obsequió el jueves con la lectura de su poesía comprometida, nos emocionó y nos hizo sonreír, e incluso reír, en respuesta al humor que destilaban algunos de sus poemas, como el protagonizado por Sócrates, o las menciones a su abuela, a su tía o a su madre, grandes mujeres que ha tenido como referentes desde niño, y que siguen acompañándole aunque ya no estén aquí.

A los cinco libros con que le obsequié se sumaron los cuatro de Isabelle, coordinadora del Aula de Poesía de la UMU, y los tres que él mismo compró en la Librería Circular de Traperos de Emaús, además de los que se llevó para hacer llegar a tres de las poetas navarras que, como él, formaron parte de la antología en homenaje a Catulo en el que más de un centenar de escritores recrearon y versionaron su célebre Carmen V y multiplicaron los besos catulianos a su manera y que vio la luz a principios de este año.

A cambio, él, con su inmensa generosidad, me ha dado acceso a una biblioteca digital de alrededor de diez mil libros, de modo que yo, que me quedaba en casa, he enriquecido mi tesoro libresco sin que mis estanterías desborden aún más, incluso tras la última ampliación, mientras él, que tenía que viajar durante todo un día y enlazar dos trenes y un taxi hasta su destino, iba con su mochila hasta los topes y un par de bolsas auxiliares para poder transportar el que por el momento es el último aporte a su biblioteca, si desde anteayer a hoy no ha vuelto a aumentar.






Cierto es que me resisto a prescindir del formato físico del libro, y que gusto de recrearme en su compañía, de abrir de vez en cuando alguno, especialmente los de poesía, para leer al azar un poema, que parece estar dispuesto, a la espera de esa liberación momentánea, para llenarme de alegría o de nostalgia. Me cuesta mucho concebir una casa sin libros, por más que en la nube pueda haber miles de ellos. El escritor, semiólogo y filósofo italiano Umberto Eco decía que «Los que aman los libros saben que un libro es cualquier cosa menos una mercancía», y también que, cuando uno quiere sentirse mejor, va al «armario de medicina» y elige un libro, el libro correcto para ese momento. Debo reconocer, no obstante, que, pese a la incertidumbre y la zozobra que me provoca la virtualidad, que se me antoja tan frágil y expuesta a la desaparición debido a un fallo informático o a un ataque cibernético, me resulta muy grato y satisfactorio disponer de un arsenal digital como el referido, incrementado por ciertos títulos, de los que ya disponía en papel, junto a otros que ya he leído y releído a lo largo de mi vida, y otros muchos que seguramente no llegaré a leer. Pienso, como dijera el ya citado Eco, quien disponía de alrededor de cincuenta mil en su bibliotecta particular, que (repetiré sus palabras literales, en traducción al castellano): 

«Es una tontería pensar que tienes que leer todos los libros que compras, ya que es una tontería criticar a aquellos que compran más libros de lo que nunca podrán leer. Sería como decir que debes usar todos los cubiertos o gafas o destornilladores o taladros que compraste antes de comprar nuevos.»

Eco acuñó el concepto de «memoria vegetal» para referirse a esa porción, que podría decirse material, de la memoria cifrada en los libros, cuyo hábitat natural son las bibliotecas. 

Si no sabéis qué regalar estas Navidades, os sugiero que regaléis, al menos, un libro.

Por cierto, recomiendo ver el documental de Davide Ferrario «Umberto Eco: La biblioteca del mundo» (2022), que estrenó en nuestro país el Atlántida Film Fest y que ahora puede verse en Filmin, 




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