LOS SONIDOS Y EL TIEMPO: El padre del genio, por Gabriel Lauret


 

 

Dentro de la historia aparecen esporádicamente músicos que destacan por su precocidad, por un talento que parece que fluye de otra dimensión, como si el compositor fuera un mero transcriptor de un conocimiento extraterrenal. Este es el caso de Wolfgang Amadeus Mozart.

 

Nacido en Salzburgo en 1756, comenzó a aprender música por imitación a los tres años, cuando su padre comenzó a enseñarle música a su hermana mayor Maria Anna (Nannerl). Vistos los progresos espontáneos del pequeño, el padre le dio clases de piano y violín. Con sólo cinco, empezó a componer pequeñas piezas que el padre transcribía y, un año después, emprendió distintos viajes por toda Europa: una tourneé de tres años por toda Europa y tres viajes por Italia. Conoció el estilo orquestal de Mannheim, la forma de componer de Schobert en París y de Johann Christian Bach en Londres. En Italia recibió influencias tanto de Sammartini sobre la composición sinfónica como del padre Martini, y escuchó la ópera italiana, que tanto influiría en su devenir como compositor. Distintas culturas, distintos estilos. También emulaba a Joseph Haydn en algunas de sus obras. Con el paso de los años los niños se hacen mayores y los talentos no lo parecen tanto cuando son adolescentes. Además, el joven perseguía triunfar en Viena mientras que su padre quería que retornara a su lado. Se estableció en la capital donde estudió la música del Barroco, totalmente en desuso en esa época. De esto fue responsable Gottfried van Swieten, poseedor de una biblioteca personal con obras de Bach y Händel. De esta forma, hacia 1782, casi sin darnos cuenta, ya encontramos el producto terminado. Todas las influencias cristalizan en el que, para muchos, es el mayor genio musical de todos los tiempos. Un paso breve y efímero, pero que nos ha dejado algunas de las páginas más extraordinarias de toda la historia de la música. 

 

Esto, ustedes ya lo conocen, seguro. Ahora debo poner nombre y hablar de la persona que se encargó de su formación y creo que también es merecedor de una reflexión acerca de lo que supuso para él ser el padre de Mozart.

 

Leopold Mozart nació en Augsburgo en 1719. Sus estudios transcurrieron entre su ciudad natal y Salzburgo, donde aprendió lógica, ciencia, teología, filosofía y derecho. También se convirtió en un buen violinista y organista. Comenzó su carrera profesional como violinista, siendo designado en 1743 violinista del príncipe-arzobispo de Salzburgo. Llegó a ayudante de maestro de capilla en 1763, pero nunca subió más arriba en el escalafón. En 1747 se había casado con Anna Maria Pertl, que le dio siete hijos, aunque solo dos de ellos llegaron a edad adulta: Nannerl y Wolfgang. Su dedicación a la formación de sus hijos y sus ausencias de años impidieron su ascenso en la corte. 

 

Como compositor hizo algunas sinfonías, conciertos, varias misas. Sus dos obras más conocidas son la Sinfonía de los juguetes (de atribución más que dudosa) y el Paseo en trineo, ambas para entretenimiento. Desde 1762 se dedicó a revisar su producción anterior y sabemos que después de 1771 no compuso nada más. Su aportación más importante llegó en el campo de la pedagogía del violín. Escribió su Versuch einer gründlichen Violinschule, un tratado completo sobre la interpretación del violín que se publicó en el año del nacimiento de Wolfgang y que es un referente actual para la interpretación historicista de la música de la época. 

 Mozart con su padre, pintura de Luis Carrogis, llamado Carmontelle

 

Un apartado especial merece la relación personal con su hijo. Shaffer/Forman presentan en Amadeus a un Wolfgang atormentado, que personifica a su padre fallecido en la figura del fantasma de Don Giovanni, que piensa que vuelve de la muerte para encargarle el Requiem. Esta es una visión teatral que no podemos comprobar, pero sí podemos afirmar que la relación no fue ideal, sobre todo cuando Wolfgang creció. Leopold fue un padre autoritario, tal como hoy lo entendemos. La razón de que deseara el regreso de su hijo a Salzburgo bien pudiera ser el convencimiento de que así alcanzaría el puesto que él nunca logró, por el que se había sacrificado en su beneficio. Pero Wolfgang quería triunfar en Viena, una de las grandes capitales europeas, y alcanzar la fama y el aprecio del público. Cuestión de mentalidad o cuestión de cambio en el status de los músicos, que se transformó definitivamente pocos años más tarde con un tal Beethoven.

 

Lo que podemos asegurar, con certeza, es que su hijo Wolfgang es el resultado perfecto de la formación que propició su padre y de unas condiciones naturales sin parangón. Sin Leopold nada hubiera sido igual. Recuérdenlo.





 

 

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